Liceo Mexicano Japonés

El Liceo Mexicano Japonés es producto de la colaboración entre México y Japón, el gobierno de aquél país agradecía así la hospitalidad que los mexicanos habían ofrecido desde que se firmó el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación en 1888, cuando México se convertía en el primer país en reconocer la soberanía de Japón. Este acto simboliza la profunda amistad entre ambos países.

La creación del Liceo Mexicano Japonés se acordó oficialmente en 1974, diseñado por los Arquitectos Pedro Ramírez Vázquez y Manuel Rosen en 1976. Más de tres décadas de funcionamiento después, más de 25 mil estudiantes han pasado por sus aulas, brindando el servicio para los niveles de Preescolar, Primaria, Secundaria y Preparatoria, con una educación multicultural, mixta, laica y con valores. Siguiendo un método constructivista ecléctico con énfasis en México y Japón.

Filosofía

El Liceo Mexicano Japonés se fundó con base a los siguientes objetivos:

Incrementar la compresión mutua y el intercambio educativo y cultural entre los pueblos de Japón y México.
Formar individuos que valoren la solidaridad humana y que con un espíritu internacionalista contribuyan a la paz y el desarrollo mundial para que sean útiles a ambos pueblos.

Con base en estos objetivos, el Liceo Mexicano Japonés no se limita a ser una institución educativa dedicada exclusivamente a los japoneses residentes en México. El LMJ imparta una educación trilingüe, bicultural, continua e integral, desde el nivel de preescolar hasta preparatoria que incluye niños y jóvenes mexicanos.

Misión

Impartir educación integral a niñas, niños y jóvenes en los niveles de preescolar, primaria, secundaria y preparatoria a través de un modelo educativo de vanguardia, multicultural e internacional con énfasis en el intercambio cultural entre México y Japón.

Visión

Consolidar al Liceo Mexicano Japonés como una institución educativa líder, por su excelencia formativa y académica orientada a la mejora permanente.

Valores

• Honradez: es la cualidad que se construye actuando con rectitud e integridad; clave para formar personas y sociedades sanas, justas y prósperas.
• Respeto: el valor fundamental para la convivencia con otras personas y el medio ambientes es el reconocimiento de la dignidad y derechos de cualquier persona, de las normas y las instituciones, así como la naturaleza. Aceptemos, respetemos y apreciemos las diferencias de razas, culturas, costumbres y creencias.
• Orden: actuar consistentemente con base a la reflexión, planeación y perseverancia para el logro de metas que nos permiten vivir en armonía con las reglas sociales. Un ejemplo concreto son las actividades para el hábito de la limpieza.